En el inicio... Mujer y hombre los creo.


Entre dormida con la mirada nublada empecé a escuchar la voz de sor Cristina, "niñas, Buenos días, primer día con ánimo, las espero en la capilla".... gritaba con entusiasmo... 
De nuevo en este internado - pensé-, no tenía ganas de levantarme, hasta que alguien levantó mis mantas, era ella Sor Cristina. - Antonia, vamos arriba que casi todas están listas. !! 
_ Sor Cris, cinco minutos... dije con voz perezosa.
- Vamos, ¿este año también tendrás las mejores notas? Con pereza no lo vas a lograr.
Me levanté con todo el desánimo, tome mis cosas de aseo y empecé a caminar descalza hacia las duchas, caras nuevas, las chicas de siempre, algunas se veían más bonitas, se habían hecho más mujeres en sus vacaciones, pijamas pequeños que intentaban seducir a quien no se encontraba. Me perdí en un desfile de osos, corazones, rosados y celestes, blusas cortitas que dejaban ver las curvas y el cuerpo de niñas convertidas en mujeres, caras y cabellos cubiertos de gotas de agua; no había nada más dulce, perfecto y sublime que el cuerpo de una mujer, siempre he admirado esa belleza, desde muy niña cuando veía a mi madre, siempre quise ser como ella un cuerpo impoluto, puro, perfecto y un espíritu incomprensible, misterioso y arrogante.
                                                                   *************

Salía de la piscina cuando una chica se acercó a mí, aplaudiendo:
 - Eres muy buena nadadora- dijo - y   y me dio mi toalla... ¿Me sorprendió, había estado observándome acaso? Era una cara nueva, cabello muy negro y tez increíblemente blanca, era tan delgada, llevaba su uniforme como las demás chicas, pegado al cuerpo, falda corta que dejaba al descubierto sus largas y delicadas piernas. Era demasiado hermosa para estar en un internado, encerrada sin mostrarse al mundo, marchitándose así como yo me sentía, cual hoja seca, cual flor arrancada.
- Gracias... Eres nueva verdad? - le pregunté-
-Sí. Estoy de decimo, como tú y duermo encima de ti... dijo en tono de risa, a modo de broma.
- Ah! disculpa no me fijé, estaba cansada del viaje, anoche. Entonces eres mi compañera de camarote.
- Sí. No sé nadar y estuve observándote. Me enseñaras algún día?
- Sonreí. Claro! Cuando te apetezca.
- Nos vemos en clase.. - me dijo ella tomandome de un brazo y besandome la mejilla.

                                                               ***********

- Hey ratona!! me grito Katherin desde un rincon del dormitorio. 
- Que hacen? - pregunté desinteresada- 
- Jugando, verdad o te atreves con la botella. Ven, animate.
- No!!. Tengo que leer para mañana. En otra ocasión.
- Juega con nosotras. Es divertido.-  Esa voz me aturdió, era la chica nueva quien me invitaba a participar de su juego. Acepté de inmediato, me hacia sentir un tanto nerviosa, su mirada esos ojos grandes y oscuros, y sus labios rosados, carnosos que vocalizaban tan perfectamente cada palabra cuando hablaba, me intimidaba aún más en aquel circulo de chicas adolescentes, de pijamas cortos y perfumes dulces.
Habiamos quedado de frente, si la botella giraba era probable tener que participar juntas de la verdad o de lo que las chicas nos hicieran atrever.
Mientras giraba la botella, escuchaba atenta como espectadora de  hacian alarde de sus conquistas en vacaciones, de los chicos que habian conocido, de los besos, las caricias del gozo y la desilusion, de la historia detallada de su primer vez, del orgullo y el gran avance que significaba perder la virginidad al fín, de su integridad rota y arrogancia por su pecado, del gozo de las caricias, del placer proporcionado por un hombre, de ser deseadas, amadas de ya no ser una niña, de creerse mujer.
Me fijé en como habían cambiado sus cuerpos, moldeados algunas con más caderas, pechos voluptuosos, y curvas prominentes, en tanto yo seguía siendo la misma de siempre, mi cabello largo recogido en trenza, flacucha y poco agraciada. Me sentía mareada, si me preguntaban a mí, ¿qué iba a decir?.. Si jamás he besado, fornicado, o tenido acercamiento físico con hombre alguno y no por falta de deseo, si no por guardar los preceptos de mi padre, por temor a decepcionarle.
- Antonia!... escuché entre risas y murmuraciones -
- Ah? Qué?? - respondí saliendo de mi limbo mental.
- ¿Verdad o te atreves?
- Verdad... verdad - dije, tratando de salir de esta lo más pronto posible.
- ¿cómo fue tú primera vez? - pregunto Lizet con tono burlón- si es que la ha tenido - añadió
- No he tenido relaciones - respondí - avergonzada y ruborizada.
- ¿entonces tu primer beso? - dijo ella cambiando la pregunta y haciéndome una mirada odiosa y burlesca. Que buscaba salvarme? o tener algo más para hacerme motivo de sus continuas y frecuentes burlas.
- Tampoco. Respondí agachando la mirada.
Escuche risas y tonos de desaprobación, - ¡cómo es posible! - dijo Katherine riéndose pero a la vez guardando un tono de preocupación. Vamos entonces atrévete, hoy será tu primer beso ratona. Tendrás que darle un beso a la chica de al frente, a la nueva. Anna!
- Anna? así se llamaba? - pensé- me quede ensimismada, me atraía la idea, pero en cuestión de segundos mi mente se hizo pedazos e inició una lucha, un conflicto interno entre besarle a pesar de saber lo malo, pecaminoso y anti bíblico que era la idea y lo que yo deseaba,  dentro de mi psique, que no lograba entender, me pedía a gritos que lo hiciera.
Ella se acercó a mí, con su mirada penetrante y tierna, pude apreciar la hermosa piel que cubría su cuerpo y la deliciosa fragancia de su cabello que llevaba suelto, alborotado en ondas naturales que le daba a su rostro un aspecto salvaje, místico como un personaje sacado de alguna novela medieval
. - Tienes unos ojitos muy bonitos, Antonia - me susurró. Mi cuerpo sufrió una parálisis, no quiso responderme, esa voz tenía un poder en mi indescifrable, quise morir en ese instante, mis pechos empezaron a erguirse, tomaron su propia decisión, querían ser tocados por las manos de Ana, mientras que un hormigueo empezó a subir por mis piernas como millones de insectos suben a un árbol, deteniéndose en medio de mis piernas y empezando a torturarme en un mar de humedad y excitación que nunca había sentido. 
- No!.. No sé besar. - Dije con vehemencia, levantándome y apartando a la chica de mí.
- Yo te enseñaré - Dijo ella, susurrándome al oído y pasándome una obra de cabello detrás de mi oreja.
- Que les pasa? - Grité- Las mujeres no se besan!! Dios, Creo al hombre y al mujer! y no voy a participar más de este juego! Buenas Noches. - Me levanté mientras ellas se reían de mis palabras.

- Antonia! - Me grito Lizete- De nada te sirve ser una santurrona! Algún día vas a enfrentar el mundo y salir de tu burbujita. Acaso si tus padres te quisieran tanto estarías aquí encerrada? No está bien hacer lo todo lo que te dicen.
Seguí caminando hacia mi camarote, no pude evitar que las lágrimas brotaran y escaparan de mis ojos. Me sumergí bajo las cobijas, no hice mi oración, solo quería irme de allí, no era feliz. Me gustaría hacer tantas cosas, fuera de esa cárcel bien adornada. No alargar  ese ciclo sin fin del encierro, de las eucaristías, de las oraciones, de lo que debería y de lo que no, de la lucha constante, de no aceptar lo que era por miedo al pecado. Estaba tan confundida, por lo que me había pasado, nunca había sentido tantas reacciones juntas en mi cuerpo, que siempre permanecía aletargado y tranquilo. Sentí mi ropa interior húmeda y baje mis manos para cerciorarme, efectivamente, no entendía que pasaba conmigo. ¿Estaba enferma? 
Empezó a llover muy fuerte, le temía a la tormenta por alguna extraña razón empecé a sollozar de nuevo, el dormitorio se iluminaba cada vez que caía un relámpago y mi corazón se estremecía y empezaba a latir muy fuerte, sudaba frio y no podía evitar las lágrimas, la tormenta me hacía sentir desprotegida, desamparada y sola, abandonada en un encierro, en donde no quería estar porque allí ni siquiera sabía quién era yo, vivía en una realidad ajena a mi ser, sentía, vivía y hacia por inercia, como si fuera el personaje de alguna historia, manipulado por sus autores, haciéndole actuar a su antojo, a su deseo, a su conveniencia.
-          Estas llorando? – pregunto Ana, acercándose a mi rostro y tomándome de la mano.
-          No. Es solo que las tormentas me atemorizan.
-          Ya no tengas miedo, yo te voy a acompañar.
Ana se acostó a mi lado y me embriagó de nuevo con el perfume de su cabello que fue sosiego para mi inquietada mente, mientras con su voz fina y delicada me susurraba al oído que no tuviera miedo nunca más, porque cerca o lejos estaría conmigo. Jugueteaba con mi cabello, pasaba sus manos por mi mejillas acariciándome y recordándome lo mucho que le gustaban mis ojos. Cuando la tormenta se transformó en lluvia, Ana se hizo sobre mí de una forma sutil y delicada, en esa oscuridad, hermosa e inquietante, con mi cuerpo lleno de sensaciones y mi corazón palpitando con vehemencia, ella acarició mis labios con sus dedos. – te enseñaré todo eso que no sabes, niña pequeña. Se acercó y me fundió en un beso profundo que encendió mi cuerpo en un calor delicioso e insoportable, millones de hormigas subieron a través de mis piernas nuevamente, picaban mi abdomen y mis pechos, una deliciosa combinación de sensaciones, corrientazos y descargas eléctricas perdida en  una lenta y sublime tortura de estar disfrutando del sabor de su boca, que satisfactorio era mi pecado. No quería nada más, quería que el tiempo fuera eterno, sentir su peso, su piel sedosa y blanca y sus pechos contra los míos el resto de mi vida., en esos segundos Ana me hizo desear ir al infierno al morir que sería más paraíso que el infierno de los días sin su presencia.





1 comentarios:

Luis Felipe Aya dijo...

Es increibe como ni los prejuicios religiosos pueden cuando una persona se siente atraida por otra del mismo sexo.
Me siento intrigado con Antonia.
Esperando una proxima publicación.
LFAA

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Gracias por seguir la historia.. Son bienvenidas las criticas.!

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