Sabía que estar con Ana era algo
realmente prohibido, y en mi mente una lucha interna entre lo que quería y lo
que debería hacer. Pero no podía dejar de sentir y renunciar a nuestros
encuentros nocturnos, a dormir juntas luego de apagadas las luces; a la mirada
de complicidad en el salón de clase, fingir ser solo compañeras y la espera
angustiante de que llegase la noche para recibir sus besos, sus caricias, la aceleración
de mi cuerpo solo con sentirla cerca de mí.
Era sábado y ya era hora de dormir,
había pasado la tarde en la biblioteca; no podía negar mi tendencia a ser nerd
y adentrarme en mis novelas de literatura inglesa con las cuales se me iba el
tiempo volando, en esta ocasión estaba devorando Tess la de los d’Uberville, con cada página acrecentaba mi vena romántica
y suspiraba por ser una dulce doncella
para luego borrar ese pensamiento por considerarlo, luego demasiado ridículo.
Me pasaba tardes enteras sentada
en un mismo lugar hasta que el bibliotecario me sacaba porque era momento de
cerrar. Igual que todos los sábados me despedí de Alejandro el bibliotecario
quien era mi mentor y consejero de libros.
No había visto a Ana en todo el día,
y tampoco había ido a buscarme como solía hacerlo para leer conmigo o
aprovecharse de mí y que le ayudara con sus trabajos de clase o simplemente
sentarse a mi lado mientras leía y acompañarnos. Se me hizo un poco extraño.
-
Hey! Lissette… ¿has visto a Ana? – le pregunté a
una de sus mejores amigas.
-
Sí, te estábamos buscando – me dijo en tono
confidencial acercándose a mi oído y susurrando: – Hay una fiesta en el
Instituto Masculino, asistiremos a escondidas.
-
¿Ana va a ir? – Le pregunté.
-
Y tú también, deja de ser aburrida. – me suplicó.
Sonreí me tentaba la idea de una
fiesta y más ir detrás de Ana.
-
Me lo pensaré – le respondí, encogiéndome de
hombros mientras continuaba mi camino hacia el dormitorio.
Ahora me preocupe por mí, me
dieron unos celos repentinos y locos de imaginarme a Ana quizá en brazos de
otra persona o de un chico. Pero si no éramos nada, ¿acaso me estaba enamorando?
No había nada que pensar tenía
que escaparme con ellas y además darle rienda suelta a mi gusto por el baile y
las fiestas. Si las monjas no se daban cuenta, nada perdería.
*****
Las luces estaban apagadas y la mayoría
dormidas mientras que nosotras, con pasos de mariposa empezamos a salir una a
una de nuestra cama hacia el pasillo que conducía a un muro que daba al patio
de una casa vecina. Íbamos descalzas con los zapatos en la mano y tocando la
pared para poder guiarnos en la oscuridad…
Ana me tomo de la mano y mientras
las demás chicas se perdieron en la penumbra; me robó un beso en medio de la
oscuridad, me apresó contra la pared y pasó sus manos por entre mis piernas,
mientras mordía mi labio inferior y jugueteaba con su parte favorita de mí. Sabía
muy bien como precipitar mi corazón a
tope máximo y hacerme rendir ante su delicado erotismo.
-
Estas loca? Nos van a ver – le dije en tono represivo.
-
Vamos – susurró con una sonrisa de traviesa,
como una niña cuando le dejan jugar y tomándome de la mano fuimos al encuentro.
No pude evitar sentirme seducida
por ella, me sacaba una sonrisa con sus
besitos alocados e inesperados y la adrenalina que corría por mi cuerpo no solo
del miedo a ser descubierta intentando escapar del colegio; si no, también que
nuestras compañeras se dieran cuenta de lo que hacíamos, de la relación especial
y sexual que manteníamos secretamente. Tanto Ana como yo teníamos miedo de
dejar nuestra sexualidad al descubierto, más aun cuando en el colegio era un
tema censurado.
Entre risas y murmullos logramos
saltar la pared y mantener intactos nuestros atuendos de fiesta, ya en la calle
y fuera del internado cada una hizo gala de sus tacones, sus faldas y sus atributos
resaltados por los escotes y los Jean apretados. Ana estaba increíblemente sensual
y ardiente, me fascinaba verla así, con la picardía en los ojos y la expectación
por pasar una buena noche.
La música se podía escuchar a
varias cuadras antes de llegar. Por no ser una ciudad grande y ser una fiesta
de estudiantes nos dejaron ingresar sin identificación. Michelle, era de
descendencia caribeña por lo que presumía de ser una de las chicas más altas y
voluptuosas del grupo y una de las más osadas y aventureras; motivo por el que
ya era una experta en escaparse del internado, para verse con su novio quien
estudiaba en dicho colegio y quien la estaba esperando con otro grupo de
amigos.
No hubo tiempo para
presentaciones cada quien tomo su pareja para bailar, no había tiempo que
perder y me vi sola en un instante hasta que un chico
alto y sumamente guapo me tomó de la mano y me llevó a la pista de baile…
Allí estaba Ana moviéndose sensual
y divertida con otro chico. Amigo del novio de Michelle. Me hipnotizaba verla
tan tarambana y alocada… cruzamos una
que otra mirada coqueta; mientras nos dejábamos llevar por el ritmo de la música
y el efecto del alcohol…
Ya pasada la media noche, Ana se
encontraba un poco mareada y vino hacia mí tomándome de un brazo y me llevo con
ella a un rincón del salón.
-
Vuelvo ahora! – le dije al chico con el que había
estado bailando quien se quedó pasmado por la intempestiva aparición de Ana y
mi posterior rapto- Sin embargo me hizo un guiño y un gesto indicando que iba
por más bebidas.
Caminábamos entre la gente y Ana
apretaba mi brazo cada vez con más fuerza hasta el punto de estarme haciendo
daño, así que me solté con vehemencia y le grité:
-¿Qué te pasa? ¡Estas
borracha!...
- Antonia, vamos a la calle tengo
que decirte algo…
Salimos a la calle y Ana se veía considerablemente
furiosa, apenas sentimos el frio de la madrugada ella se echó a decirme con
irritación:
-
Antonia, ¿que estabas haciendo con ese flacucho?
No querías soltarlo en toda la noche ¿no?
Tan pronto como terminó la frase
un calor recorrió mi sangre y llego a mi cabeza para quedarse allí y llenarme
de furia y contrariedad, pues ni siquiera conocía el nombre del susodicho quien
solo era una pantalla pues en toda la noche no había estado si no pendiente de
Ana.
-
¡No sé de qué me hablas niñita!- Respondí muy
enfurecida. Acaso, ¿Estas celosa? – Le repliqué con ironía.
-
Claro que sí. Entonces lo que ha pasado estos meses
entre las dos, ¿qué es para ti? –
Me dijo ella en medio de un
sollozo y dejando escapar una lagrimita que se deslizó por su mejilla sonrosada
y rojita por el ajetreo de la fiesta mientras me atravesaba con su mirada y sus
ojitos grandes saltarines que ya estaban a punto de colapsar con su llanto.
Se me partió el corazón verla
así, pero me confundía y en realidad me ponía a pensar que relación podría existir
entre las dos. Jamás había tenido algo romántico más que un beso ligero pero con un hombre, nunca con
una mujer. ¿Acaso yo era lesbiana?, pero si también sentía atracción por los
chicos. ¿Por qué poseía estos sentimientos hacia Ana?
Se me retorcía el estómago de
tantas sensaciones y emociones juntas, además que el alcohol aunaba mi confusión,
haciéndome sentir muy mareada. Tomé valor y dispuesta a darle solución al
asunto y entre lágrimas que surgieron de repente; como un rio desbordado por la
corriente; le pregunté:
-
Ana, estas enamorada? Que quieres de mí?