Aires de Tormenta



-          - Antonia, yo te quiero mucho.- susurro con melancolía.
Me encogió el alma, oír eso. Me acerque y le abracé diciéndole que también la amaba muchísimo.
-          Ana, yo también así como te quiero te deseo. Me muero por tu cuerpo, por dormir a tu lado, con tu respiración en mi rostro cada noche. Pero somos del mismo sexo, para mi es difícil, porque no van aceptarnos. Esto no debe saberlo nadie.
Su  expresión cambio, frunció el ceño y nuevamente arranco a decirme entre sollozos:
-          Si lo sé. Porque somos diferentes y va a ser difícil pero porque dejar esto que sentimos. Prométeme que siempre vas a estar conmigo, toda la vida pase lo que pase.

-          No me gusta hacer promesas de por vida. Pero te lo prometo siempre estaré contigo pase lo que pase, algún día estaremos juntas sin prejuicios.

La tome de la cintura y la atraje hacia mí, pase una mano y pase su flequillo por detrás de su oreja dejando al descubierto su hermoso rostro, baje mi mano hasta su mejilla y la besé, fundiéndome en sus mansos y tersos labios, deleitándome del sublime sabor de su saliva, olvidándome del mundo alrededor porque cuando estaba con ella, nos disolvíamos en un solo ser… Besarla significaba dejarla correr por mi sangre, alimentar mi espíritu, llevar mi mente a un estado inmaterial… Con ella probé la gloria, la satisfacción plena, la pasión desenfrenada y el amor puro e inocente.

Serían las 3 am cuando decidimos regresar las dos al internado, las demás chicas no quisieron aceptar volver tan temprano. Saltamos la reja y volvimos al dormitorio… Todo salió bien y nadie nos descubrió… Hasta la mañana siguiente, la tormenta estaba por iniciar…

Enamorandome de Ana.




Sabía que estar con Ana era algo realmente prohibido, y en mi mente una lucha interna entre lo que quería y lo que debería hacer. Pero no podía dejar de sentir y renunciar a nuestros encuentros nocturnos, a dormir juntas luego de apagadas las luces; a la mirada de complicidad en el salón de clase, fingir ser solo compañeras y la espera angustiante de que llegase la noche para recibir sus besos, sus caricias, la aceleración de mi cuerpo solo con sentirla cerca de mí.

Era sábado y ya era hora de dormir, había pasado la tarde en la biblioteca; no podía negar mi tendencia a ser nerd y adentrarme en mis novelas de literatura inglesa con las cuales se me iba el tiempo volando, en esta ocasión estaba devorando Tess la de los d’Uberville, con cada página acrecentaba mi vena romántica  y suspiraba por ser una dulce doncella para luego borrar ese pensamiento por considerarlo, luego demasiado ridículo. 

Me pasaba tardes enteras sentada en un mismo lugar hasta que el bibliotecario me sacaba porque era momento de cerrar. Igual que todos los sábados me despedí de Alejandro el bibliotecario quien era mi mentor y consejero de libros. 

No había visto a Ana en todo el día, y tampoco había ido a buscarme como solía hacerlo para leer conmigo o aprovecharse de mí y que le ayudara con sus trabajos de clase o simplemente sentarse a mi lado mientras leía y acompañarnos. Se me hizo un poco extraño. 

-          Hey! Lissette… ¿has visto a Ana? – le pregunté a una de sus mejores amigas.
-          Sí, te estábamos buscando – me dijo en tono confidencial acercándose a mi oído y susurrando: – Hay una fiesta en el Instituto Masculino, asistiremos a escondidas.
-          ¿Ana va a ir? – Le pregunté.
-          Y tú también, deja de ser aburrida. – me suplicó.
Sonreí me tentaba la idea de una fiesta y más ir detrás de Ana. 

-          Me lo pensaré – le respondí, encogiéndome de hombros mientras continuaba mi camino hacia el dormitorio.
Ahora me preocupe por mí, me dieron unos celos repentinos y locos de imaginarme a Ana quizá en brazos de otra persona o de un chico. Pero si no éramos nada, ¿acaso me estaba enamorando?
No había nada que pensar tenía que escaparme con ellas y además darle rienda suelta a mi gusto por el baile y las fiestas. Si las monjas no se daban cuenta, nada perdería. 

*****
Las luces estaban apagadas y la mayoría dormidas mientras que nosotras, con pasos de mariposa empezamos a salir una a una de nuestra cama hacia el pasillo que conducía a un muro que daba al patio de una casa vecina. Íbamos descalzas con los zapatos en la mano y tocando la pared para poder guiarnos en la oscuridad…

Ana me tomo de la mano y mientras las demás chicas se perdieron en la penumbra; me robó un beso en medio de la oscuridad, me apresó contra la pared y pasó sus manos por entre mis piernas, mientras mordía mi labio inferior y jugueteaba con su parte favorita de mí. Sabía muy bien  como precipitar mi corazón a tope máximo y hacerme rendir ante su delicado erotismo.

-          Estas loca? Nos van a ver – le dije en tono represivo.
-          Vamos – susurró con una sonrisa de traviesa, como una niña cuando le dejan jugar y tomándome de la mano fuimos al encuentro.

No pude evitar sentirme seducida por ella, me sacaba una sonrisa  con sus besitos alocados e inesperados y la adrenalina que corría por mi cuerpo no solo del miedo a ser descubierta intentando escapar del colegio; si no, también que nuestras compañeras se dieran cuenta de lo que hacíamos, de la relación especial y sexual que manteníamos secretamente. Tanto Ana como yo teníamos miedo de dejar nuestra sexualidad al descubierto, más aun cuando en el colegio era un tema censurado.

Entre risas y murmullos logramos saltar la pared y mantener intactos nuestros atuendos de fiesta, ya en la calle y fuera del internado cada una hizo gala de sus tacones, sus faldas y sus atributos resaltados por los escotes y los Jean apretados. Ana estaba increíblemente sensual y ardiente, me fascinaba verla así, con la picardía en los ojos y la expectación por pasar una buena noche.

La música se podía escuchar a varias cuadras antes de llegar. Por no ser una ciudad grande y ser una fiesta de estudiantes nos dejaron ingresar sin identificación. Michelle, era de descendencia caribeña por lo que presumía de ser una de las chicas más altas y voluptuosas del grupo y una de las más osadas y aventureras; motivo por el que ya era una experta en escaparse del internado, para verse con su novio quien estudiaba en dicho colegio y quien la estaba esperando con otro grupo de amigos.

No hubo tiempo para presentaciones cada quien tomo su pareja para bailar, no había tiempo que perder  y  me vi sola en un instante hasta que un chico alto y sumamente guapo me tomó de la mano y me llevó a la pista de baile…  

Allí estaba Ana moviéndose sensual y divertida con otro chico. Amigo del novio de Michelle. Me hipnotizaba verla tan tarambana  y alocada… cruzamos una que otra mirada coqueta; mientras nos dejábamos llevar por el ritmo de la música y el efecto del alcohol…

Ya pasada la media noche, Ana se encontraba un poco mareada y vino hacia mí tomándome de un brazo y me llevo con ella a un rincón del salón.
-          Vuelvo ahora! – le dije al chico con el que había estado bailando quien se quedó pasmado por la intempestiva aparición de Ana y mi posterior rapto- Sin embargo me hizo un guiño y un gesto indicando que iba por más bebidas.
Caminábamos entre la gente y Ana apretaba mi brazo cada vez con más fuerza hasta el punto de estarme haciendo daño, así que me solté con vehemencia y le grité:
-¿Qué te pasa? ¡Estas borracha!...  
- Antonia, vamos a la calle tengo que decirte algo…
Salimos a la calle y Ana se veía considerablemente furiosa, apenas sentimos el frio de la madrugada ella se echó a decirme con irritación:
-          Antonia, ¿que estabas haciendo con ese flacucho? No querías soltarlo en toda la noche ¿no?
Tan pronto como terminó la frase un calor recorrió mi sangre y llego a mi cabeza para quedarse allí y llenarme de furia y contrariedad, pues ni siquiera conocía el nombre del susodicho quien solo era una pantalla pues en toda la noche no había estado si no pendiente de Ana.
-          ¡No sé de qué me hablas niñita!- Respondí muy enfurecida. Acaso, ¿Estas celosa? – Le repliqué con ironía.

-          Claro que sí. Entonces lo que ha pasado estos meses entre las dos, ¿qué es para ti? –
Me dijo ella en medio de un sollozo y dejando escapar una lagrimita que se deslizó por su mejilla sonrosada y rojita por el ajetreo de la fiesta mientras me atravesaba con su mirada y sus ojitos grandes saltarines que ya estaban a punto de colapsar con su llanto.
Se me partió el corazón verla así, pero me confundía y en realidad me ponía a pensar que relación podría existir entre las dos. Jamás había tenido algo romántico más que  un beso ligero pero con un hombre, nunca con una mujer. ¿Acaso yo era lesbiana?, pero si también sentía atracción por los chicos. ¿Por qué poseía estos sentimientos hacia Ana?
Se me retorcía el estómago de tantas sensaciones y emociones juntas, además que el alcohol aunaba mi confusión, haciéndome sentir muy mareada. Tomé valor y dispuesta a darle solución al asunto y entre lágrimas que surgieron de repente; como un rio desbordado por la corriente; le pregunté:
-          Ana, estas enamorada? Que quieres de mí?

En el inicio... Mujer y hombre los creo.


Entre dormida con la mirada nublada empecé a escuchar la voz de sor Cristina, "niñas, Buenos días, primer día con ánimo, las espero en la capilla".... gritaba con entusiasmo... 
De nuevo en este internado - pensé-, no tenía ganas de levantarme, hasta que alguien levantó mis mantas, era ella Sor Cristina. - Antonia, vamos arriba que casi todas están listas. !! 
_ Sor Cris, cinco minutos... dije con voz perezosa.
- Vamos, ¿este año también tendrás las mejores notas? Con pereza no lo vas a lograr.
Me levanté con todo el desánimo, tome mis cosas de aseo y empecé a caminar descalza hacia las duchas, caras nuevas, las chicas de siempre, algunas se veían más bonitas, se habían hecho más mujeres en sus vacaciones, pijamas pequeños que intentaban seducir a quien no se encontraba. Me perdí en un desfile de osos, corazones, rosados y celestes, blusas cortitas que dejaban ver las curvas y el cuerpo de niñas convertidas en mujeres, caras y cabellos cubiertos de gotas de agua; no había nada más dulce, perfecto y sublime que el cuerpo de una mujer, siempre he admirado esa belleza, desde muy niña cuando veía a mi madre, siempre quise ser como ella un cuerpo impoluto, puro, perfecto y un espíritu incomprensible, misterioso y arrogante.
                                                                   *************

Salía de la piscina cuando una chica se acercó a mí, aplaudiendo:
 - Eres muy buena nadadora- dijo - y   y me dio mi toalla... ¿Me sorprendió, había estado observándome acaso? Era una cara nueva, cabello muy negro y tez increíblemente blanca, era tan delgada, llevaba su uniforme como las demás chicas, pegado al cuerpo, falda corta que dejaba al descubierto sus largas y delicadas piernas. Era demasiado hermosa para estar en un internado, encerrada sin mostrarse al mundo, marchitándose así como yo me sentía, cual hoja seca, cual flor arrancada.
- Gracias... Eres nueva verdad? - le pregunté-
-Sí. Estoy de decimo, como tú y duermo encima de ti... dijo en tono de risa, a modo de broma.
- Ah! disculpa no me fijé, estaba cansada del viaje, anoche. Entonces eres mi compañera de camarote.
- Sí. No sé nadar y estuve observándote. Me enseñaras algún día?
- Sonreí. Claro! Cuando te apetezca.
- Nos vemos en clase.. - me dijo ella tomandome de un brazo y besandome la mejilla.

                                                               ***********

- Hey ratona!! me grito Katherin desde un rincon del dormitorio. 
- Que hacen? - pregunté desinteresada- 
- Jugando, verdad o te atreves con la botella. Ven, animate.
- No!!. Tengo que leer para mañana. En otra ocasión.
- Juega con nosotras. Es divertido.-  Esa voz me aturdió, era la chica nueva quien me invitaba a participar de su juego. Acepté de inmediato, me hacia sentir un tanto nerviosa, su mirada esos ojos grandes y oscuros, y sus labios rosados, carnosos que vocalizaban tan perfectamente cada palabra cuando hablaba, me intimidaba aún más en aquel circulo de chicas adolescentes, de pijamas cortos y perfumes dulces.
Habiamos quedado de frente, si la botella giraba era probable tener que participar juntas de la verdad o de lo que las chicas nos hicieran atrever.
Mientras giraba la botella, escuchaba atenta como espectadora de  hacian alarde de sus conquistas en vacaciones, de los chicos que habian conocido, de los besos, las caricias del gozo y la desilusion, de la historia detallada de su primer vez, del orgullo y el gran avance que significaba perder la virginidad al fín, de su integridad rota y arrogancia por su pecado, del gozo de las caricias, del placer proporcionado por un hombre, de ser deseadas, amadas de ya no ser una niña, de creerse mujer.
Me fijé en como habían cambiado sus cuerpos, moldeados algunas con más caderas, pechos voluptuosos, y curvas prominentes, en tanto yo seguía siendo la misma de siempre, mi cabello largo recogido en trenza, flacucha y poco agraciada. Me sentía mareada, si me preguntaban a mí, ¿qué iba a decir?.. Si jamás he besado, fornicado, o tenido acercamiento físico con hombre alguno y no por falta de deseo, si no por guardar los preceptos de mi padre, por temor a decepcionarle.
- Antonia!... escuché entre risas y murmuraciones -
- Ah? Qué?? - respondí saliendo de mi limbo mental.
- ¿Verdad o te atreves?
- Verdad... verdad - dije, tratando de salir de esta lo más pronto posible.
- ¿cómo fue tú primera vez? - pregunto Lizet con tono burlón- si es que la ha tenido - añadió
- No he tenido relaciones - respondí - avergonzada y ruborizada.
- ¿entonces tu primer beso? - dijo ella cambiando la pregunta y haciéndome una mirada odiosa y burlesca. Que buscaba salvarme? o tener algo más para hacerme motivo de sus continuas y frecuentes burlas.
- Tampoco. Respondí agachando la mirada.
Escuche risas y tonos de desaprobación, - ¡cómo es posible! - dijo Katherine riéndose pero a la vez guardando un tono de preocupación. Vamos entonces atrévete, hoy será tu primer beso ratona. Tendrás que darle un beso a la chica de al frente, a la nueva. Anna!
- Anna? así se llamaba? - pensé- me quede ensimismada, me atraía la idea, pero en cuestión de segundos mi mente se hizo pedazos e inició una lucha, un conflicto interno entre besarle a pesar de saber lo malo, pecaminoso y anti bíblico que era la idea y lo que yo deseaba,  dentro de mi psique, que no lograba entender, me pedía a gritos que lo hiciera.
Ella se acercó a mí, con su mirada penetrante y tierna, pude apreciar la hermosa piel que cubría su cuerpo y la deliciosa fragancia de su cabello que llevaba suelto, alborotado en ondas naturales que le daba a su rostro un aspecto salvaje, místico como un personaje sacado de alguna novela medieval
. - Tienes unos ojitos muy bonitos, Antonia - me susurró. Mi cuerpo sufrió una parálisis, no quiso responderme, esa voz tenía un poder en mi indescifrable, quise morir en ese instante, mis pechos empezaron a erguirse, tomaron su propia decisión, querían ser tocados por las manos de Ana, mientras que un hormigueo empezó a subir por mis piernas como millones de insectos suben a un árbol, deteniéndose en medio de mis piernas y empezando a torturarme en un mar de humedad y excitación que nunca había sentido. 
- No!.. No sé besar. - Dije con vehemencia, levantándome y apartando a la chica de mí.
- Yo te enseñaré - Dijo ella, susurrándome al oído y pasándome una obra de cabello detrás de mi oreja.
- Que les pasa? - Grité- Las mujeres no se besan!! Dios, Creo al hombre y al mujer! y no voy a participar más de este juego! Buenas Noches. - Me levanté mientras ellas se reían de mis palabras.

- Antonia! - Me grito Lizete- De nada te sirve ser una santurrona! Algún día vas a enfrentar el mundo y salir de tu burbujita. Acaso si tus padres te quisieran tanto estarías aquí encerrada? No está bien hacer lo todo lo que te dicen.
Seguí caminando hacia mi camarote, no pude evitar que las lágrimas brotaran y escaparan de mis ojos. Me sumergí bajo las cobijas, no hice mi oración, solo quería irme de allí, no era feliz. Me gustaría hacer tantas cosas, fuera de esa cárcel bien adornada. No alargar  ese ciclo sin fin del encierro, de las eucaristías, de las oraciones, de lo que debería y de lo que no, de la lucha constante, de no aceptar lo que era por miedo al pecado. Estaba tan confundida, por lo que me había pasado, nunca había sentido tantas reacciones juntas en mi cuerpo, que siempre permanecía aletargado y tranquilo. Sentí mi ropa interior húmeda y baje mis manos para cerciorarme, efectivamente, no entendía que pasaba conmigo. ¿Estaba enferma? 
Empezó a llover muy fuerte, le temía a la tormenta por alguna extraña razón empecé a sollozar de nuevo, el dormitorio se iluminaba cada vez que caía un relámpago y mi corazón se estremecía y empezaba a latir muy fuerte, sudaba frio y no podía evitar las lágrimas, la tormenta me hacía sentir desprotegida, desamparada y sola, abandonada en un encierro, en donde no quería estar porque allí ni siquiera sabía quién era yo, vivía en una realidad ajena a mi ser, sentía, vivía y hacia por inercia, como si fuera el personaje de alguna historia, manipulado por sus autores, haciéndole actuar a su antojo, a su deseo, a su conveniencia.
-          Estas llorando? – pregunto Ana, acercándose a mi rostro y tomándome de la mano.
-          No. Es solo que las tormentas me atemorizan.
-          Ya no tengas miedo, yo te voy a acompañar.
Ana se acostó a mi lado y me embriagó de nuevo con el perfume de su cabello que fue sosiego para mi inquietada mente, mientras con su voz fina y delicada me susurraba al oído que no tuviera miedo nunca más, porque cerca o lejos estaría conmigo. Jugueteaba con mi cabello, pasaba sus manos por mi mejillas acariciándome y recordándome lo mucho que le gustaban mis ojos. Cuando la tormenta se transformó en lluvia, Ana se hizo sobre mí de una forma sutil y delicada, en esa oscuridad, hermosa e inquietante, con mi cuerpo lleno de sensaciones y mi corazón palpitando con vehemencia, ella acarició mis labios con sus dedos. – te enseñaré todo eso que no sabes, niña pequeña. Se acercó y me fundió en un beso profundo que encendió mi cuerpo en un calor delicioso e insoportable, millones de hormigas subieron a través de mis piernas nuevamente, picaban mi abdomen y mis pechos, una deliciosa combinación de sensaciones, corrientazos y descargas eléctricas perdida en  una lenta y sublime tortura de estar disfrutando del sabor de su boca, que satisfactorio era mi pecado. No quería nada más, quería que el tiempo fuera eterno, sentir su peso, su piel sedosa y blanca y sus pechos contra los míos el resto de mi vida., en esos segundos Ana me hizo desear ir al infierno al morir que sería más paraíso que el infierno de los días sin su presencia.





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